CONFLICTOS DE PAREJA
Objetivos personales en la pareja y relaciones de dominancia.
Cuando se constituye la pareja cada miembro persigue unos objetivos, implícitos o
explícitos, que quiere obtener en la relación. No son objetivos inmutables en el tiempo, a lo largo de la vida de la pareja cambia su importancia dependiendo del desarrollo individual y social o de la fase en que estén, si se tienen hijos pequeños o ya mayores, si se está jubilado, con presiones económicas, etc.
Inicialmente tiene mucha importancia el sexo y luego van tomando preponderancia
otros factores como aspectos conversacionales o afectivos.
Los objetivos de ambos tienen que conjugarse y coordinarse en todo momento para que la pareja pueda funcionar. Cuando no están armonizados aparecen problemas.
El manejo del dinero compartido puede ser un ejemplo de cómo funciona la pareja
como ente social. Las necesidades y objetivos que cada miembro quiere resolver con el dinero se explicitan en la comunicación y comprensión mutua y tiene que existir un método para fijar las prioridades a las que se va a aplicar la cantidad disponible. La forma de fijarlas es un reflejo del reparto de poder en la pareja. No se trata de que se establezcan unas prioridades objetivamente razonables o equitativas, sino de que sean aceptadas y aceptables por los dos.
Como ente social se acaba tomando una decisión conjunta y coordinada.
No es el dinero el único elemento en el que se reflejan las relaciones de poder, en realidad se dan en todos y cada uno de los bienes que se comparten. No tienen porqué ser siempre las mismas; por ejemplo, mientras que en los gastos lleva la voz cantante un miembro en las relaciones sociales, puede ser el otro.
En el mundo interno de la pareja uno de los miembros puede tener más capacidad
para conseguir que el otro acepte hacer lo que él quiere. Se establece una estructura de poder, definido como la capacidad para influenciar a los otros para que hagan lo que uno quiere. Pero el poder depende del manejo de los recursos que uno tiene.
La estructura de poder en la pareja se plasma en las relaciones de dominancia. Su
importancia en la pareja y en sus conflictos ha sido ampliamente reconocida. Así Gottman (1979) propuso que la dominancia es un elemento fundamental en el equilibrio de la pareja y que si no se establece una relación de dominancia los problemas están asegurados. El problema que se da con este concepto es su circularidad. Gottmann (1979) define dominancia como una asimetría en las predicciones de la conducta que sigue a la conducta del otro. Esto es, “cuando la conducta de una persona, A es predecible desde la conducta de una persona B, se dice que B es dominante sobre A”. Esta definición tiene como problema que la conducta de sumisión predice, en general, el cese del ataque del individuo dominante. Por ello aplicando la definición anterior el individuo que se somete sería dominante sobre el otro. La definición de dominancia que se centra solamente en la conducta da lugar a ambigüedades, que se resuelven si se tiene en cuenta el resultado del enfrentamiento en cuanto a quien se queda en posesión del recurso en disputa.
Citando una definición más operativa Sluckin (1980), utiliza un criterio amplio para definir dominancia. Se da dominancia en una interacción cuando un niño “físicamente gana una lucha, desplaza a otro niño de su lugar, acaba teniendo un objeto que desean mutuamente, o que controla de forma obvia la conducta del otro niño, normalmente a través de órdenes verbales.”
Parece claro que, si bien ni la presencia de una estructura de dominancia ni su ausencia es la causa determinante de los conflictos en la pareja, tener resuelta de forma satisfactoria para ambos la toma de decisiones contribuye a su estabilidad.
Los problemas surgen cuando las decisiones que se toman llevan a un resultado negativo para la otra persona. La negatividad se mide desde un punto de vista subjetivo y consiste, la mayoría de las veces, en una discrepancia entre las expectativas y los resultados. En general, es difícil establecer criterios objetivos de
negatividad en las relaciones y en las interacciones. Como en cualquier entidad social, las estructuras de poder perduran mientras no haya un cambio en las circunstancias que lleven a cuestionarlas, surge entonces el conflicto de poder que
está latente en muchos de los problemas de pareja.
En cualquier caso, como se actúa socialmente como una unidad, hay que decidir una conducta única para ambos. Para hacerlo de forma armoniosa tiene que darse
una buena comunicación que permita el reconocimiento y evaluación de los objetivos, pensamientos y necesidades de cada miembro de forma conjunta. Hay que tener en cuenta que las competencias que se requieren para tomar una decisión son distintas de las que se necesitan para desarrollar la intimidad.
Podríamos comunicarnos bien con la pareja para poder tomar decisiones, pero no para compartir sentimientos o emociones.
La solución de los problemas que se presentan a la pareja tiene que partir de que los dos son capaces de comunicarse y necesitan también tener capacidad de generar alternativas y valorarlas para la consecución del fin propuesto.
El compromiso es la decisión de pertenecer a un ente social, la pareja. Es la decisión de que, pese a las dificultades que surjan, se va a continuar en pareja luchando de forma eficaz contra los problemas. La decisión que implica el compromiso con la pareja es personal, pero se mantiene muchas veces por razones de tipo social, religiosas, costumbres, etc.
Autores reflejan la importante influencia que tiene el compromiso con la pareja sobre la resolución de conflictos. Un mayor compromiso ayuda a acomodarse y a soportar las conductas negativas del otro. Tanto las parejas armoniosas como las que no lo son tienden a entrar en el proceso de reciprocidad negativa, es decir, respondiendo a respuestas negativas con respuestas negativas porque es lo que menos esfuerzo conlleva. Cuando el compromiso es grande, y no hay presión de tiempo, se hace un mayor esfuerzo para responder constructivamente. Si un miembro no percibe el compromiso del otro, entra con más probabilidad en una relación de “quid pro quo”, o sea “algo por algo” que lleva a la reciprocidad negativa que deteriora a la pareja.
En la terapia se ha hecho hincapié en la equidad en la relación y en los intercambios positivos de conductas porque la falta de estas dos facetas son las manifestaciones más claras y últimas de la ruptura. Sin embargo, cada vez con mayor frecuencia se presentan en la consulta parejas que se plantean como volver a enamorarse o como recuperar la ilusión.
Amor
Desde un punto de vista psicológico el enamoramiento es una emoción y como tal
es una consecuencia de las circunstancias propias y ajenas y de la evaluación que
hacemos de ellas. El enamoramiento nos produce una gran excitación fisiológica que nos provoca bienestar y nos predispone a no ver, o disculpar, los defectos de la persona amada y a necesitarla y querer estar con ella en todo momento.
Frijda (1988) describe el proceso por el cual puede uno llegar a enamorarse.
“Una persona puede enamorarse fácilmente por una serie de razones: siente soledad, necesidad sexual, insatisfacción o necesidad de cambios, entonces un objeto, despierta su interés, por una serie de razones, a su vez, tales como su novedad, su atractivo o su mera proximidad. Dele entonces a esa persona un momento prometedor, una breve respuesta del objeto que sugiera interés (puede ser una confidencia o una simple mirada, como la que una jovencita puede creer que recibe de un artista de éxito). Dele un breve lapso de tiempo (entre media hora o medio día, indican los autoinformes) para que pueda generar fantasías.
Después de esta secuencia no hace falta más que una mera confirmación, real o imaginada, para precipitar el enamoramiento.”
Que las parejas se formen basándose exclusivamente en una emoción sobre la que actúa la ley de la habituación, puede ser una de las razones de los crecientes fracasos matrimoniales que indican las estadísticas. Cuando el enamoramiento se va desvaneciendo, la relación no desaparece o fracasa necesariamente. El enamoramiento como emoción puede ser entendido como una preparación para actuar. Desde este punto de vista nos dispone para hacer feliz a la otra persona, no tanto en una relación equilibrada, como altruista en el sentido de dar al otro por lo que es, sin esperar mucho a cambio, Para ello nos induce algunas distorsiones cognitivas, como por ejemplo la que nos lleva a ver al otro como una persona perfecta y a ignorar los defectos que tiene o la que nos hace sentir importantes. Si el enamoramiento nos lleva a actuar, se realizan acciones para hacer feliz al otro, nos abrimos y comunicamos con él o ella y establecemos una serie de lazos que dan como resultado un intercambio de conductas reforzantes que hace que la relación se mantenga armoniosamente de forma indefinida. No se trata de que existan intercambios equitativos y equilibrados, el modelo de igualdad en el intercambio se ha mostrado falso, basta con que en la evaluación subjetiva de cada uno se valoren como más importantes o más frecuentes las interacciones positivas que las negativas.
La validación en la pareja implica una apertura total, una autorrevelación, que puede incluir hechos y sentimientos que podrían ser castigados socialmente, y que va a ser recibida por el otro con aceptación. Así se construye la intimidad. Cordova y Scott (2001) presentan una definición conductual; afirman que es un proceso que se inicia con una conducta de autorrevelación de elementos que nos muestran débiles y vulnerables y que podrían ser usados en algunos contextos sociales para
administrarnos un castigo; sin embargo la respuesta del otro es de aceptación, o al
menos no es castigada. La autorrevelación seguida por aceptación genera un sentimiento de calidez y apoyo que es una consecuencia de la intimidad y nos predispone a continuarla.
Además de la autorrevelación hay otros elementos que la construyen como son las manifestaciones de afecto o el sexo. El sexo, generalmente, implica la existencia de una cierta intimidad y su práctica la potencia de forma significativa.
La expresión de cualquier emoción, entra dentro de la definición de intimidad.
Las muestras de afecto y la práctica del sexo son elementos precisos para
mantener la intimidad en la pareja y también la aceptación asociada.
En la autorrevelación, con el tiempo se da una habituación, lo que era peligroso revelar al principio de la relación se hace natural, ya se sabe que va a ser bien recibido. Mantener el proceso contando cosas que nos hacen débiles o criticables en otros contextos, es otro factor que mantiene la intimidad. La validación se tiene que dar e incluir en una gran mayoría de conductas, no solamente las que podrían ser castigadas socialmente, sino también aquellas que podrían recibir refuerzo social, sean reconocidas y reforzadas por la sociedad o no. Nos importa más la opinión de los allegados que la social.
Si bien el enamoramiento como emoción nos predispone a la aceptación incondicional del objeto de nuestro amor, cuando el enamoramiento se hace más débil, la aceptación se ve mediada por los usos y normas sociales, por las influencias externas y por los criterios personales. Entonces se rechazan y castigan determinadas conductas y se establecen unos límites a la intimidad, que permiten la convivencia armoniosa. Si esos límites no se dan, la relación puede resentirse ya que se pueden estar admitiendo conductas en contra de las propias creencias e intereses. No todo es positivo en la intimidad, se trata de aceptar y validar conductas que pudieran ser rechazadas socialmente, se puede dar intimidad asociada a elementos no deseados como los desprecios hacia la otra persona, malas formas de hablar o comunicarnos, desplantes, etc.
Como todos los aspectos de la pareja, la intimidad tiene una vertiente social. La pareja es un componente de un grupo más grande y dentro de él tiene que mantener su diferenciación y su exclusividad, es decir, la capacidad de hablar de “nosotros” dentro del grupo mayor. El aspecto social de la intimidad es el grado en que se mantiene la privacidad de la relación con otros, como las familias de origen, los amigos, etc. La privacidad en la pareja significa una separación de la familia de origen para ser una unidad diferente y prioritaria sobre padres y hermanos. Las dificultades que surgen por no haber construido la independencia son muy importantes. Se deben tanto a la falta de capacidad de los padres para dar autonomía a sus hijos y dejarlos que se independicen, como del fallo de los miembros de la pareja para implantar la independencia.
Desde este punto de vista, la intimidad es la base sobre la que se constituye la pareja como entidad social independiente.
Los conceptos que emplea esta teoría son complejos y no son independientes unos de otros. La pasión suele generar intimidad, el compromiso ayuda a la hora de crear la intimidad, la pasión y la intimidad pueden generar compromiso, etc.
El conflicto en la pareja
Áreas de conflicto
Es fácil hacer un inventario de las áreas de conflicto de una pareja. Abarcan todas
aquellas en las que se mueve la relación. Las disputas en los matrimonios se dan a menudo sobre las responsabilidades (quien se encarga de hacer las cosas) y el poder (quien decide lo que hay que hacer), las finanzas, las relaciones con miembros de la familia de origen, el cuidado de los hijos, actividades sociales y de trabajo fuera de la familia, sexualidad e intimidad y la comunicación.
Hay algunas áreas en las que los problemas aparecen con frecuencia, por ejemplo, la percepción de desigualdad en la distribución del trabajo, pero no son irresolubles y, en general, no dan lugar a la ruptura; aunque amargan la relación. Sin embargo, hay otras fuentes de conflicto que atacan a la propia constitución de la relación de pareja, como el sexo extramatrimonial, la bebida y las drogas, que predicen el divorcio con bastante seguridad. En el mismo sentido hay que considerar los celos y la locura en el gasto de dinero.
Los conflictos en la pareja se pueden agrupar alrededor de los aspectos fundamentales que estructuran la pareja y os lo he planteado de esta manera:
Intimidad. Epstein, Baucom, Tankin y Burnett (1991) identifican como áreas de conflicto matrimonial los límites que existen entre los dos esposos en el grado de intimidad y de compartir y el balance entre el poder y control en la toma de decisiones de la pareja. Afectando a la intimidad, estos autores, incluyen elementos como la expresión de afecto, detalles, sexo, etc).
Compromiso. Epstein y cols también incluyen en el apartado de la intimidad otros
aspectos que en este artículo se han asignado al compromiso, en concreto el grado de inversión que cada esposo pone en la pareja. La inversión incluye, la inversión instrumental, que es el esfuerzo conductual que se realiza para mantener o mejorar la relación, y la inversión expresiva que son los esfuerzos que se realizan para hacer feliz al otro.
Dominancia. Afectando al balance entre el poder/ control en la toma de decisiones de la pareja. En este apartado, Epstein y cols, incluyen elementos importantes como el dinero, el uso del tiempo de ocio, la distribución del trabajo en casa, las prioridades en el desarrollo de la carrera profesional de cada miembro, etc.
La propia existencia de una relación de dominancia en la pareja se ha mencionado
como causa de conflictos y de injusticia, sobre todo desde el punto de la teoría de unas relaciones equitativas; pero no se ha demostrado empíricamente que sea así.
Puede darse la dominancia sin que aparezca o se perciba ninguna distorsión, siempre y cuando la otra persona lo acepte. Además la toma de decisiones tiene la característica de ser una habilidad escasa y difícil y por ello un bien preciado. El
apoyo que cada uno obtiene de la pareja en la toma de decisiones individuales o conjuntas, puede ser uno de los refuerzos básicos que se obtiene de la relación. Por ello aunque exista una relación de dominancia de un miembro sobre el otro puede ser considerado como algo aceptable e incluso deseable porque evita la tarea desagradable de tomar decisiones.
También hay que considerar que el poder, el ejercicio de la dominancia, es reforzante en sí mismo. Así como la intimidad es un refuerzo importante para cada
componente de la pareja y es fácil reconocerlo como tal. El ejercicio del poder también lo es, no solamente porque permite acceso a determinados bienes, sino por la percepción de control y de autoeficacia que obtiene quien lo ejerce. La persona que está machacada en su trabajo o en sus relaciones sociales podría buscar en la pareja la validación que le falta, y no solamente a través de la intimidad, sino por sentirse poderoso al ejercer el poder en un ambiente social significativo como es la familia o la pareja.
Los problemas se pueden dar en ámbitos que afectan a los dos aspectos, intimidad y dominancia. Por ejemplo, las relaciones con las familias de origen es fuente corriente de conflictos (Weissman et al, 2000). Si no se ha producido la separación necesaria para construir la intimidad o si padres o hermanos interfieren demasiado, y tienen excesivo peso en la toma de decisiones dentro de la pareja, se introducen elementos distorsionadores que provocan dificultades importantes. Muchas veces la forma en la que aparecen estos problemas en la consulta, es por medio de quejas de que existe un desequilibrio en las relaciones con las familias de ambos. Es importante que se haya establecido un espacio para tomar las decisiones con el suficiente grado de intimidad, para lo que se tiene que haber dado la separación real de la familia de origen.
Apego. Las conductas de apego se aprenden en la más tierna infancia y se automatizan. También se aprenden en la familia de origen las conductas de respuesta a la solicitud de ayuda. Si no se cumplen las expectativas que generan las peticiones del otro, pueden darse problemas graves en las parejas. El hecho de que las conductas sean automáticas y por tanto no conscientes y muy básicas, hace que los conflictos en este aspecto sean graves y no siempre explícitos, dando lugar a emociones fuertes que no encuentran una expresión adecuada para su solución.
Como son los conflictos en la pareja
Componentes conductuales.
Se han determinado patrones conductuales que se instalan en las parejas con conflictos:
El más problemático es cuando a una comunicación negativa se responde generalmente con otra comunicación negativa por parte del otro estableciéndose una reciprocidad en la negatividad que puede acabar en una escalada de violencia.
Otro patrón problemático aparece cuando la mujer o el hombre da respuestas hostiles mientras que el hombre o la mujer se retira o no contesta, ante lo que se incrementa su hostilidad. En los matrimonios armoniosos se da también este patrón aunque con menor frecuencia y a menudo acaba con la retirada de ambos.
Uno de los métodos que se utilizan para resolver los problemas de comunicación es el empleo de la metacomunicación, es decir, reflexionar sobre la forma en que se está dando la comunicación. Por ejemplo, se dice “no me estás escuchando” para intentar que haya una escucha, pero el mensaje no verbal, puede ir acompañado de componente agresivo, con lo cual, el que responde lo hace a ese componente agresivo, lo que lleva a más discusiones, metiéndose en un círculo vicioso. En los matrimonios sin problemas contestan a la metacomunicación y no al componente emocional.
Como patrones de comunicación problemáticos Gottman (1998) añade la presencia de los cuatro jinetes del Apocalipsis que pueden conducir a la pareja al divorcio: la crítica, la actitud defensiva, el desprecio y hablar mucho para que el otro no pueda dar su opinión. Para este autor se comienza con la crítica que lleva a los otros.
Todos estos patrones de conductas pretenden la mayoría de las veces resolver el
conflicto, pero no solamente no lo resuelven, sino que lo perpetúan y la propia interacción se convierte en el propio problema.
Se han estudiado también los elementos cognitivos que preceden, si están asociados al conflicto y si a veces pueden desencadenarlo. Se identifican así:
La atención selectiva. Los miembros de la pareja tienden a valorar de forma muy
diferente la frecuencia y gravedad con la que ocurren determinadas conductas, fijándose en aquello que les duele y dándole subjetivamente mayor frecuencia o gravedad, para lo que acuden a buscar en la historia de la pareja hechos similares
con los que intentan confirmar su percepción actual.
Atribuciones. La atribución del problema a determinadas causas se ve como un elemento necesario para su solución, de aquí la importancia de que las atribuciones estén realizadas correctamente. Un tipo de atribuciones que incrementan los problemas, son aquellas en las que se atribuye al otro la responsabilidad de los problemas comunes. Lo mismo ocurre con aquellas en las que se atribuye la conducta negativa del otro a malas intenciones, siendo casi imposible probar su falsedad. Este tipo de atribuciones intensifica el conflicto al incrementar los ataques verbales que intentan culpabilizar y avergonzar al otro.
Dentro de los problemas generados por las atribuciones mal hechas está la de atribuir al otro la capacidad de hacer el cambio necesario para la solución del problema, suponiendo que no lo hace porque no quiere y entonces se le culpa y ataca.
La discrepancia en las atribuciones sobre la causa de los problemas, puede ser a su vez causa de problemas. Por ejemplo si la esposa cree que el marido piensa que su personalidad es la causa de los problemas y no está de acuerdo, esto se convierte de nuevo en un foco de discrepancia.
Expectativas. Es evidente que si no se tienen expectativas de solución, la posibilidad de que los problemas se resuelvan son mucho menores, se deja de buscar y de intentarlo. En consecuencia pueden darse problemas al producirse indefensión. Cuando tienen la creencia de que los problemas se pueden resolver se dan más posibilidades de que se resuelvan.
Suposiciones y estándares. Si aparece una discrepancia entre lo que creen los esposos que debería ser el matrimonio y lo que perciben que es, tanto en cualidad como en cantidad, los problemas están asegurados. No es necesario que sean conscientes de la discrepancia para que aparezcan los conflictos. Sin embargo las diferencias reales entre los estándares de ambos componentes tienen poca correlación con el nivel de satisfacción del matrimonio, siempre y cuando no exista discrepancia entre lo que “debería ser y lo que es”, cada uno de ellos puede pensar que se cumplen en el matrimonio.
Las creencias irracionales pueden ser una de las fuentes de conflicto en las parejas. Eidelson y Epstein (1982) listan algunas de ellas: Estar en desacuerdo es
destructivo de la relación, los miembros de la pareja deben ser capaces de averiguar los deseos, pensamientos y emociones del otro, los miembros de la pareja no pueden cambiarse a sí mismos o a la naturaleza de la relación, uno debe ser un compañero sexual perfecto del otro, los conflictos entre hombre y mujeres se deben a diferencias innatas asociadas al sexo que se muestran en las necesidades y en la personalidad.
Impacto a largo plazo del conflicto matrimonial
Conflicto matrimonial y su influencia en los hijos.
Es importante distinguir entre la insatisfacción en el matrimonio y el conflicto. Los problemas con los hijos se relacionan no tanto con un problema general de satisfacción en el matrimonio sino con los conflictos entre los padres y en particular con determinados aspectos particulares de estos (Finchamm y Osborne 1993):
Frecuencia: Cuanto más frecuentes los conflictos hay indicios de que más tendencia tendrá el niño a la violencia y más afectado se ve.
Intensidad: La agresión física está más relacionada con los problemas que las agresiones verbales o las de menor intensidad. Cuanto mayor es la intensidad de los conflictos verbales más indefensión produce en el niño.
Modo de expresión. Correlaciona con el punto anterior. Se distinguen distintas formas: física, no verbal y verbal. La no verbal es peor que la verbal porque es más difícil de resolver.
Una pregunta que lógicamente surge, es si puede ser beneficioso para los hijos el divorcio, cuando en un matrimonio se están dando disputas y conflictos constantes y sin solución. Los estudios que se han hecho muestran evidencias de que los hijos que presencian de forma constante los conflictos de sus padres tienen más problemas que aquellos en los que el divorcio pone punto final a esos enfrentamientos. Se supone que el divorcio pone fin a los problemas y discusiones
manifiestas de los padres, lo que no siempre sucede.
Los estudios de Ensign (1998) abundan en la idea de que las capacidades para nuestras relaciones las aprendemos de las que observamos en nuestros padres.
Así, existe una relación inversamente proporcional entre los conflictos de los padres y la intimidad que alcanzan los hijos en la adolescencia. Estos estudios muestran que el divorcio también correlaciona de forma negativa con la intimidad a la que llegan los descendientes, pero de forma menos significativa.
Por otro lado, se ha demostrado que en ocasiones, los miembros de la pareja tienen problemas de apego, aprendidos en la familia de origen, por tanto son previos al problema de pareja, y están en la causa del conflicto.
Uno de las dificultades que aparecen en la terapia de pareja es que cada uno atribuye el problema al otro y carga sobre él la responsabilidad del cambio.
En una visión general, Gottman (1998) propone tres procesos para resolver los conflictos en la pareja:
El primero es conseguir una alta tasa de respuestas positivas ante respuestas negativas del otro. Se trata de un cambio profundo que llegue a modificar los sentimientos y no un mero intercambio “comercial” de conductas. Es un cambio de actitud, “estar por”, en lugar de “alejarse de”, que lleve a un sentimiento positivo que consiga llegar a calmar la activación fisiológica del otro, utilizando elementos positivos como el humor, la validación y la empatía. Cuando existe el sentimiento de “estar por el otro” se disparan otros tres procesos asociados:
Se puede editar el pensamiento para evitar entrar en la reciprocidad negativa o en el patrón en el que uno ataca y otro se retira. Recordemos que este proceso es más fácil que ocurra cuando se tiene mayor compromiso.
Se establecen relaciones asertivas porque se admite la influencia respetuosa del otro y se evita emplear los cuatro jinetes del Apocalipsis para intentar resolver los problemas.
Surge el afecto positivo que evita la actitud defensiva del otro y ayuda a calmar la excitación fisiológica.
El segundo proceso consiste en ampliar la cantidad de espacio mental o mapa cognitivo o energía mental que dedica cada miembro de la pareja a comprender y conocer el mundo del otro. Es particularmente importante en el caso del hombre.
Hacer esfuerzos por conocer, comprender y entender al otro es fundamental para la continuidad de la pareja. El impacto que este proceso tiene en la intimidad es evidente y sus consecuencias para la continuidad y mejora de la pareja son claras.
El tercer proceso lo inscribe en el sistema de admiración y afecto, cada uno tiene que tener admiración y cariño por el otro, es un antídoto del desprecio. Este proceso se inscribe en el apartado de la validación del otro.
Hay que resaltar que uno de los procesos más importantes, entre los que ponen en marcha estas terapias, es el fomento de la intimidad, al hacer que los miembros de la pareja entren de nuevo en el proceso de autorrevelación y de aceptación, fomentando así elementos como la expresión de emociones y afectos de forma constante, mostrando debilidades en la pareja; como los sentimientos asociados al apego, los de soledad y los de necesidad de aceptación y apoyo, que van a permitir iniciar de nuevo y mantener el proceso de fortalecimiento de la intimidad.
Conclusión
La estructura de la pareja, como entidad social y en sus relaciones diádicas, está determinada por la evolución y cambio de la sociedad y es diferente en cada contexto, religioso, económico o geográfico, pese al proceso de globalización en el
que estamos inmersos. El conocimiento de la estructura de la pareja en cada situación social, permite a la terapia establecer áreas de actuación que van a aumentar su eficacia y ampliar su campo de acción. La consideración de los procesos sociales y diádicos sobre los que se construye una relación permite aclarar y enmarcar el proceso de avance que está siguiendo la terapia. Tener en cuenta las vertientes sociales de las relaciones interpersonales necesita una colaboración amplia entre los psicólogos clínicos y los psicólogos sociales, que seguramente se ha iniciado ya, pero que hay que seguir incrementando.
Las líneas de avance propuestas, tanto por la terapia cognitivo conductual integradora como por la centrada en la emoción y las recogidas por Gottman (1998, 1999), dirigen el progreso de la terapia hacia el cambio de conductas relacionadas con las emociones y sentimientos, que hasta ahora no ocupaban un lugar principal entre los objetivos a conseguir, para ello proponen actuaciones directas sobre elementos básicos de la relación diádica como la intimidad y la validación o centrarse en conductas arraigadas y asociadas a fuertes emociones como son las conductas de apego. Actuar sobre el componente más cercano al amor y la pasión supone la consideración de la mejora del intercambio sexual, no como resolución de problemas patológicos, sino como mejora y potenciación del componente pasional de la relación, para no caer en la rutina y el aburrimiento y evitar que el enamoramiento y la pasión queden totalmente apagados con el tiempo.
La importancia de potenciar en compromiso con la pareja se ve en los resultados que consigue Halford (2001) con su terapia autorreguladora, porque los miembros de la pareja, cuando son conscientes de la importancia que tiene esta para conseguir sus propios objetivos se esfuerzan de manera eficaz en resolver los conflictos y continuar con la pareja, sin necesidad de intervenciones adicionales.
Para incrementar el compromiso hay que tener en cuenta que su proceso de creación está compuesto de decisiones de ir compartiendo bienes y conductas con
el otro, lo que les va uniendo en la consecución de objetivos e intereses y haciendo más difícil la ruptura y por tanto motivándolos a que incrementen los esfuerzos para continuar juntos. También hay que tener en cuenta que el compromiso tiene mucho que ver con la presión social que exista sobre la continuidad de la pareja y que estamos en una época en la que se minimiza la importancia del compromiso y de los esfuerzos que el conlleva.
Una faceta que va a tener mucho peso en la evolución de la terapia de pareja es su empleo en otro tipo de patologías, que hasta hace poco tiempo se trataban de forma exclusiva individualmente. El efecto que tiene en el tratamiento de la depresión es de sobra conocido, (Jacobson, 1991, Weisman et al., 2000). Al igual que los conflictos en la pareja pueden llevar a la depresión a sus componentes, se está utilizando la terapia de pareja para solucionarlo. La experiencia de la terapia interpersonal es prometedora también en otro tipo de trastornos, lo que es un índice de su expansión imparable por medio de su aplicación a otros problemas. En este sentido hay que tener en cuenta datos como que el desajuste matrimonial puede incrementa el riesgo y la gravedad de las recaídas después de un tratamiento exitoso de la depresión.
Todas las terapias que se han mencionado en este artículo tienen una validación empírica, pero no hay que olvidar que cuando se hacen nuevas propuestas se continúa el proceso de contrastación; ya no se trata de comparar la intervención propuesta con listas espera o tratamientos placebo, sino que habrá que cotejarla con los resultados de una terapia que se ha mostrado eficaz.
Una herramienta puede ser, ampliar la cantidad de espacio mental o mapa cognitivo o energía mental que dedica cada miembro de la pareja a comprender y conocer el mundo del otro. Hacer esfuerzos por conocer, comprender y entender al otro es fundamental para la continuidad de la pareja. El impacto que este proceso tiene en la intimidad es evidente y sus consecuencias para la continuidad y mejora de la pareja son claras.
POR JOSE JIMÉNEZ MORALES GABINETE PSICOPEDAGOGICO Y ORIENTACIÓN FAMILIAR